“Caridad nombre sagrado, Caridad nombre querido, Que acude al desamparado, Y que levanta al caído.”
En el año 1606, los indios llamados Juan y Rodrigo de Hoyos y el negro esclavo Juan Moreno, se hicieron a la mar de la bahía de Nipe, en la parte norte del oriente de Cuba en busca de sal, que escaseaba en la época, de repente se desató una tormenta y la frágil embarcación amenazaba con hundirse.
Comenzaron a rezar pidiendo salvación. A los pocos minutos cesó la tempestad, acto seguido apareció una imagen suspendida sobre una tabla que flotaba, debajo de ella rezaba una inscripción: "Yo Soy La Virgen de La Caridad". Los tres hombres alegres y perplejos la trasladaron al hato Barajagua donde empezó a recibir homenajes de devoción, a los que ella respondió con numerosos milagros, para desaparecer después y aparecerse ante una niñita llamada Apolonia y pedir que se le construyera un santuario. Sus fieles la condujeron a la colina que rodea el cobre y se erigió la primera Ermita. Allí estuvo hasta que las minas del cobre arruinaron el templo.
Hasta el año 1927 tuvo una capilla provisional en el centro del poblado. El 10 de mayo 1916 el Papa Benedicto XV la canonizó declarándola "La Patrona de Cuba".
Nuestra Señora de la Caridad del Cobre es ampliamente venerada en sus festividades del día 8 de septiembre desde antaño, y cuentan que los blancos le rendían tributo con orquesta, los mulatos danzando con violín y flauta, y los negros haciendo sonar sus tambores. La Virgen de la Caridad fue coronada por S.S. Juan Pablo II como Reina y Patrona de Cuba el sábado 24 de Enero de 1998, durante la Santa Misa que celebró en su visita apostólica a Santiago de Cuba.
Su veneración en Cuba no se reduce a la zona oriental de Santiago de Cuba donde se encuentra el poblado de El Cobre, con el templo de la Patrona de Cuba, sino que es conocido que a lo largo de la isla nadie ha podido parar sus celebraciones. La cantidad de personas que han pasado por su templo para agradecerle sus favores y milagros es incontable, comparable a la del San Lázaro de los pobres y los perros que a tantos ha ayudado, y que recibe a miles de fieles el 17 de diciembre en la Iglesia de El Rincón, en las afueras de La Habana.
Un albañil que mientras trabajaba cayó de un quinto piso, desesperado en su caída le pidió por su vida a la virgen. Ante los ojos atónitos de sus compañeros de trabajo el hombre resultó ileso, entonces en agradecimiento a este grandísimo milagro, le construyó un pequeñito pero bellísimo templo, que hoy sobrevive a los embates del tiempo, en la barriada de Santos Suárez de la ciudad de La Habana.
No es una casualidad que los cubanos presentaran su patrona a semejanza de una bellísima mulata vestida de amarillo.
Adorada por todos la virgen, la de todos los cubanos, amen de su religión, ocupa hoy un lugar privilegiado en el panteón de la milenaria religión Yoruba, con el nombre de Ochún, la Venus africana, la bondadosa y caritativa diosa del amor, que se sincretizó con la virgen de la Caridad del Cobre, al suceder que a los esclavos se les prohibiera adorar a sus dioses. Ellos, entonces, identificaron a sus deidades yorubas, con algunos de los santos católicos.
Es Ochún, Orisha mayor, dueña del amor, la femineidad y el río, íntima amiga de Elegua (Santo Niño de Atocha), la poderosa deidad que tiene las llaves del destino, y es también una de las esposas del aguerrido Changó (Santa Barbara).
El color de Ochún es el amarillo, su día es el sábado, sus números son 5, 10,15 y 25.
Hay un patakí (relato), que dicen que dice así: que una vez fue ella, Ochún, la dueña del cementerio por mandato de Olofi ( dios Supremo del panteón yoruba ), pero que lloraba y sufría tanto cuando veía llegar los cadáveres, que Olofi le entregó entonces el reino de los muertos a la impetuosa Oyá (Santa Teresa de Jesús o La Candelaria), la más guerrera de todos los orishas, y Ochún desde entonces comenzó a compartir las aguas con la maternal Yemayá (Virgen de Regla y patrona de La Habana), diosa del mar, madre de la vida y de todos los orishas.